lunes, 6 de septiembre de 2010

Frente a un café...

Nos juntamos en un café como siempre, ella magnífica, con su pelo super peinado y bien acomodado, sus accesorios completamente combinados y su ropa mágica que acentúa su minúscula cintura y no logra disimular su envidiable trasero. Solo con ella puedo desahogar mis mil asuntos pendientes, solo sus oídos de amiga sincera son los que van desenredando pacientemente mis embrollos cotidianos, en su hombro lloro, en su compañía rio, el ritual del café nos proporciona un ambiente en el que nos sentimos capaces de confesarnos nuestros más privados secretos al mismo tiempo que con ironía nos reímos de nosotras mismas, bueno, ella se ríe mas de mí que yo de ella, pero eso es solo cuestión de habilidad mental.

Ese día parecía que no era distinto a tantos otros, mismo café, misma amiga, sin embargo, dentro de mí mil cambios pasaban todos al mismo tiempo, necesitaba con urgencia a esa amiga y ese café, tenía puestas mis esperanzas en sus mágicos oídos que de solo escucharme desenredan cuidadosamente aún mis mas complicados sentimientos.

Todavía yo solita no podía comprender como finalmente había logrado soltar la ultima cuerda que me ataba a mi loca obsesión por él…creo que simplemente creí que era capaz de amar eternamente, capaz de luchar por siempre por lo obviamente imposible y absolutamente incoherente, capaz de encontrar señales de amor en actitudes que solo hablaban de egoismo y de mucha necesidad de una amiga con mil obligaciones y ningún derecho. Finalmente después de muchos cafés, de repetir tantas veces las mismas razones de porque sí y las misma excusas de porque no, de escuchar la misma cantidad de veces los mismos consejos y los mismos argumentos, finalmente ese día todo cobró sentido a una sola grosería de distancia.

Ella con sus modales perfectos de dama, con su té chai y su sonrisa paciente fue escuchando atentamente la anatomía de la gota que derramó mi gigantesco vaso que parecía no llenarse jamás, sus ojos me miraban mientras escuchaba de mi boca lo que ella mil veces me predijo, apenas sonreía a ratos y se enfurecía a ratos, por momentos levantaba la cara como pidiéndole al cielo sabiduría y autocontrol para no halarme de los pelos y a ratos miraba al suelo moviendo levemente la cabeza en un no suavecito que a su vez era un aplauso a mi grandísimo logro, a pesar de mi obstinada terquedad.

Yo, contaba todo rápido, desde el principio como necesitando ese recuento para justificar mi decisión, enumerando detalladamente las mil veces que igual ella ya sabía y que siempre y frente a ese mismo café me había escuchado decir antes, las mil excusas con las que justifique sus innecesarias desapariciones, los prolongados silencios, las apariciones repentinas como si los silencios jamás hubieran ocurrido, los enojos, las reconciliaciones sin disculpas de por medio, los pocos besos que yo me empeñaba en convertir en más dulces de lo que en realidad eran y las muchas conexiones como una telaraña emocional que mientras más intentaba soltar más fuertemente me atrapaba.

Lo deje y parece que ni siquiera me siento tan triste como yo pensaba que sería le dije sin mayor admiración sino mas bien con alivio...Lo deje amiga, finalmente lo deje yo porque estoy convencida que es lo correcto y porque de algún modo ya entendí lo que me querías decir sobre que valgo mucho más que esa enferma relación de dependencia y obsesión, lo deje porque se gastó toda su cuota de amor y de paciencia y justo hoy ya no tenía más que darle, lo deje porque no me basta ser su amiga, la que siempre está mas pendiente de él que nadie pero la última en aparecer en su lista, lo deje porque lo único que necesito es respeto y apoyo y es justamente lo que él no está dispuesto a darme, lo deje porque hoy no sé cómo pero comprendí que primero me amo yo y después amo a alguien que se lo merezca.

Ella bebió el último sorbo de su té lleno de especies y leche descremada y sonrió iluminando su rostro bueno, me vio directo a los ojos y con la satisfacción con que una orgullosa madre mira a su hija dar su primera vuelta en bicicleta sin rueditas, así mi fantástica amiga me dijo…Ahora sí, empieza el resto de tu vida amiga mía y aquí estoy yo para escucharte imaginarlo frente a un delicioso café.

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