domingo, 25 de septiembre de 2011

Corazón compartido

Me pareció que podía verla:

Se despertó muy temprano, algo muy raro en ella, se preparó un desayuno saludable porque había leído que las frutas y los granos por la mañana iban a prevenir que envejeciera pronto, no quería envejecer a pesar de que algunas veces le parecía que la vida no tenía mucho sentido, a ratos la vida era un grupo de momentos, de días, de semanas, todas acumuladas e iguales. Aún así no quería envejecer así que pensó en iniciar una rutina de comida saludable, quizá si su cuerpo se sentía mejor, su alma iba a reencontrar el rumbo.

Llegó al trabajo y paseó por los cubículos de sus compañeros luciendo su juventud instantánea de un solo desayuno saludable, sonrió como no lo hacía desde que el mismo escurridizo novio de siempre le acompañó al mecánico a revisar su carro como quién regala un arete de brillantes. Entró al sanitario y se vio el rostro recién estrenado en el espejo, decidió contestar el mensaje del facebook mientras se acomodaba los mechones detrás de la oreja. Se sonrió a sí misma diciéndole adiós al tedio y acariciando un miedo chiquito que le sirvió de alerta todo este tiempo.

Se instaló frente a la computadora y de una llegó hasta el mensaje con tres semanas de antigüedad, un par de palabras para decir hola, sin excusas y sin mencionar los días de silencio, un abrazo y una aceptación implícita para el cafecito mil veces requerido y jamás concretado. Lo hizo rápido y sin remordimientos, en ese momento todas las circunstancias civiles y sociales perdieron su importancia, era ella, viva, sonriendo al fin y sus ganas de hacer algo atrevido, de salir del pantano apestoso en que se había convertido su tiempo, de sentir la sangre correr en su cuerpo que ya no podía recordar cómo era una emoción genuina.

Lo usó de escape, quizá, eh…definitivamente, pero no quería dañarlo, él sabía a lo que se metía y ella lo necesitaba para mantenerse a flote y eso fue todo. De un mail a un chat, de allí a un café, de un par de cafés a un beso, de un par de besos a un “te amo”, todo hubiese sido perfecto si el señor escurridizo no aparece como siempre con su cara de “aquí no ha pasado nada” y sus gestos de dueño del mundo, con su olor capaz de despertar todas sus certezas y de acomodar todas las dudas en quince segundos. Se le pasó por la mente resistirse, pero fue solo un efímero pensamiento, una vez sentada en el asiento del copiloto conducida por esas manos a la trampa de siempre, ella iba simplemente en automático, sin preguntas, ni precauciones.

Se quedó en aquel apartamento como quién vuelve de un viaje de fin de semana y ordena apenas un par de cosas, todo allí era familiar y no pensó en romper el breve tiempo con el que contaban, porque ahora sabía que era poco y no quería gastarlo en otra cosa que no fueran besos y dejar el cuerpo y el alma en paz, aquella tregua que siempre le desmoronó la vida ahora parecía como un delicioso paseo de media tarde. Salió del carro segura, joven como mil desayunos saludables al mismo tiempo, sonriente y llena. Entonces la llamó el señor escape, contestó sin pensar y sin remordimiento, contestó y saludó como si nada de lo anterior hubiera sucedido, contestó y no fue sino hasta la hora de llegar sola a su cama de soltera jamás compartida cuando pensó por un momento en que se había convertido en algo que nunca antes consideró posible para sí misma. Porque siempre lo pensó como algo reservado para las que no sienten nada, para las que no tienen corazón o saben como usarlo. Aquello fue en su mente siempre un derecho y un placer oscuro reservado para los hombres, porque ellos si, ninguno se salvaba. No para ella, nunca lo consideró posible para sí misma, pero durmió sin sueños, sin pesadillas, sin miedo.

Se despertó radiante y no lloró mientras se bañaba, desayunó feliz y no cuestionó el contenido calórico de su plato, se vistió de reina, se peinó lento y perfecto, emprendió su día y en su corazón dos cariños y en su mente dos opciones y en su teléfono dos llamadas, nadie preguntó, así que nadie engañó. En un loco intento por organizar pensó, uno que me quiera y otro a quién yo quiero, uno que me espera y otro a quién esperar, uno que me ubica y otro que me desubica, uno que me quema con sus miradas severas y otro que se derrite si lo miro de reojo, uno para comer y charlar y otro para callar y sentir, uno conmigo y otro siempre escurridizo, uno que me mantiene con vida y otro que me roba el aliento, uno que no hace preguntas porque no le conviene y otro que no da explicaciones porque no le conviene, uno que no es mío y otro que tampoco.

Sin querer se consoló pensando que igual no tenía nada, así que no debía pelear con el único tiempo en que parecía estar viva, se consoló pensando que ella no tenía compromisos con nadie, que no hizo promesas, mucho menos de las que hacen en público poniendo a Dios y a todos tus conocidos como testigos de tu incapacidad para mantenerte firme en una sola decisión por el resto de tu vida, se consoló pensando que aún cuando pareciera que engañaba, la verdad es que nadie preguntaba, se consoló pensando que ni aún entre los dos lograban la idea de uno completo, ni con dos se hace uno, porque ninguno de los dos está completo en sí mismo, uno se siente atrapado y escapa con ella mientras le sirve de escape y el otro corre para que no lo atrapen y queda atrapado en la trampa de amar la huída tanto como la trampa, se consoló pensando que había esperado mucho tiempo y nada mejor había sucedido.

Se decidió ese día a ir el fin de semana sola a subir el volcán, a vencerse a sí misma y salir paso a paso del estancamiento, se vistió con pantalones vaqueros y botas de punta de acero, se amarró el cabello completo en una cola que le restaba años y le recogía también las ideas, se puso brillo en los labios para sentirse sexy mientras sudaba y jadeaba subiendo centímetro a centímetro el orgulloso volcán que dormía en paz sin que la visita de turistas lo importunara, llegó a la cima y se tomó una foto, se miró a sí misma en la cima de su mundo y entendió que hay muchas formas de no tener nada, muchas maneras de estar sola, muchas opciones para rejuvenecer, muchas pero muchas alternativas para que todo cobrara sentido de nuevo. Solo que por el momento aquel enredo colectivo era lo mejor que tenía así que hizo las paces con algunas de las peores decisiones que había tomado en la vida y bajo aquel volcán con una sonrisa polvorosa en el rostro que le irradiaba vida como si ya se le hubiera olvidado el reloj biológico que seguía su paso sin ningún respeto, irradiaba vida como si no conociera su alma el desencanto, la frustración de esperar a quién no piensa llegar, irradiaba vida como si una dosis de la fuerza de aquel volcán insolente le hubiera permeado el alma y no le importara el mundo y sus dietas saludables y sus conceptos sociales y los corazones rotos en proceso grupal de ser remendados.

Y su corazón compartido me dejó a mí con la mente confusa, los prejuicios despeinados y la amistad contenta, porque me alegró el día verle la primera felicidad auténtica que le conozco a ese corazón romántico y enamorado del amor que tiene mi amiga. Porque nada de lo que me dijo me asustó ni me dolió tanto como antes me dolió su tristeza, porque esa sonrisa nueva que acompañó nuestro café de la tarde me dijo detalles de su alma que todas sus lágrimas de antes nunca me contaron.

Su última frase con el último sorbo de aquel café expresso y amargo que no logró borrarle la sonrisa insolente fué: amiga, cuando me caiga de la nube en la que ando, cuando me queme con este fuego que encendí sabiendo que el fuego quema, le pido, le suplico que me preste su hombro. La vi y le sonreí apenas, la vi y le ofrecí mi mano mientras mi cabeza afirmaba mi solidaridad a la hora ingrata del aterrizaje forzoso que quizá sea inevitable pero igual no evita lo maravilloso del vuelo mientras dure.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El lenguaje del nosotros

El lenguaje de las actitudes, el lenguaje de los gestos, el lenguaje de los mensajes y llamadas a un teléfono celular, el lenguaje de los cuerpos, el lenguaje de las miradas y las sonrisas, el lenguaje de los silencios, el lenguaje de los regalos, el lenguaje de la frecuencia y la intensidad de una visita, el lenguaje frente a los demás, el lenguaje privado…los lenguajes múltiples de todo lo que se dice con palabras y sin ellas, los lenguajes muchos que necesitamos para decir lo que pensamos, lo que sentimos, lo que tememos, la razón de todas nuestras sin razones…el lenguaje de la ropa que escogemos para este día, el lenguaje del cabello o la barba, el lenguaje de una carta o de una mención en facebook, el lenguaje oculto y discreto, el lenguaje de los pensamientos que no se cuentan, el lenguaje de nervios y sonrojos…los múltiples lenguajes que se requieren para ser nosotros y que todo esto que nos está sucediendo sea posible.

El lenguaje de tus besos y el lenguaje de tus manos…todos esos millones de detalles que dicen a su modo lo que eres y lo que soy, que explican a nuestras perceptivas almas lo que es ser nosotros en medio de las circunstancias que nos rodean, tus ojos me hablan y tienen su propio lenguaje, tus manos que pasan rápido por tu pantalón, nerviosas, aceleradas, tu silencio toda la mañana después de una maravillosa llamada nocturna, tu camisa rosada diciéndome en secreto que quieres un elogio, tus zapatos cambiados para generar otro poema, todo girando alrededor de comunicarnos, de expresarnos, de ser nosotros.

El lenguaje de tus bocados esforzándose para ser pequeños y no terminar media hora antes que yo en los pocos almuerzos que compartimos, el lenguaje brusco de mi molestia, el lenguaje largo y paciente de tu disculpa, el lenguaje de tu cabeza doliéndote cuando la presión de la vida rebasa su límite por varios días, el lenguaje de mi pelo colocho para decir un sentimiento y una mata de pelos lisos enmarcándome la cara para decir que otro estado de ánimo ha llegado, el lenguaje de escucharte contarme tu historia como quién me incluye en un pasado que me perdí pero que quisiera alcanzarme, el lenguaje de tu cansancio durmiéndose entre mis brazos como una locura imprevista, el lenguaje de tus palabras, de tus risas, de la forma acelerada como saltas de un tema a otro, el lenguaje que nos ayuda y el lenguaje que nos estorba.

El lenguaje que no siempre dice lo que queremos, el lenguaje que por más que nos esforcemos nunca es suficiente para decir del todo la intensidad de lo que si pasa y el vacío enorme de lo que aún no pasa, cada gesto, cada actitud, cada mirada, cada detalle tiene su historia que contar, cada silencio estratégicamente colocado por nuestro todo poderoso inconsciente, todo lo que somos habla, grita, susurra o insinúa, nunca callamos, siempre comunicamos…nosotros, los que hasta ahora somos, recurrimos irreverentes a toda clase de artimañas lingüísticas para expresar este amor que a pesar de ser perfecto pareciera haber llegado con diez años de retraso.

Te mando un mensaje y digo que respeto tu privacidad, aunque también digo que tengo algo que decir de lo que no me siento tan segura como para llamarte, me llamas de mañana y dices que amaneciste pensando en mí, pongo en mis oídos aquellos aretes y te cuento aunque no me veas que te llevo conmigo todo el día, aunque también me digo a mí misma que estas aquí y así calmo mi ansia, usas ese sobrenombre bello que me tienes y evocas mis más profundas emociones, me dices que tengo un nombre que solo tú puedes decirme y de cierta forma me haces tuya, tiemblo mientras te saludo y tú sabes que el amor intenso me roba un poco la razón, llamas en el día de silencio y gritas que el tiempo separados algunos días se hace insoportablemente largo, te escribo como ahora contándote que cada recurso que usamos es tan valioso como agua y que intento que nada pase desapercibido y que ayer cuando me aclaraste que decir nosotros lo cambia todo, y entonces, queda de nuevo en evidencia que ser nosotros es toda una aventura, una aventura emocional, una aventura sensual, una aventura personal, una aventura lingüística.

Las palabras no bastan por eso usamos miradas, las miradas no bastan, por eso usamos sonrisas, las sonrisas no bastan por eso usamos besos, los besos no bastan por eso usamos caricias, las caricias no bastan por eso usamos silencios, los silencios no bastan por eso usamos textos, los textos no bastas por eso usamos canciones, las canciones no bastan por eso volvemos a las palabras intentando un tono de voz diferente en la búsqueda obsesiva del énfasis perfecto, el tono de voz no basta, por eso usamos poemas, los poemas no bastan por eso hacemos poesía con los cuerpos, los cuerpos no bastan y por eso usamos la distancia, la distancia no basta y entonces locamente volvemos a empezar de las palabras a las miradas, de las miradas a los perfumes, de los perfumes a los recuerdos, de los recuerdos a las canciones, de las canciones a los besos y de los besos a la trampa de entender súbitamente y tan solo por un segundo que jamás, nunca seremos capaces de decirlo todo, peor aún, que lo que entendemos de lo que el otro dice es limitado y minúsculo, pero que esta aventura lingüística de expresarnos poco a poco nos va convirtiendo en nosotros.