martes, 29 de noviembre de 2011

No pasó nada...


No pasó nada en realidad, no me besaste ni te besé, no me juraste que me amas ni tuve nunca que decirte que mi corazón se acelera cuando te veo de lejos, nadie se dio cuenta, ni siquiera él, ni siquiera ella, nadie.  En realidad no pasó nada, fue una sonrisa con ojos iluminados y un saludo idéntico al que le das a todas en ese lugar.  Ni siquiera un segundo más detuviste mi mano, ni siquiera una leve respiración fuera de lugar al momento del beso en la mejilla, nada que nadie pudiera advertir, nada,  no pasó nada.

Pasó que llegamos allí como cada jueves, en familia como siempre, ese día me dolía la autoestima porque el cierre de aquel pantalón negro no quiso subir, ese día me dolía la maternidad porque sin importar cuan pesadas estaban las verduras y el tiempo que me tomó cocinarlas y licuarlas, igual Matías no se las comió y me escupió sobre la blusa rosada para la que ahorre dos meses antes de poder comprarla, me dolía la pasión que ya no se invoca en mi cama desde el día en que por ley se rompió la cuarentena de allí en adelante puro deber, hacer el amor como quién completa un formulario para un trámite bancario, rutinario, aburrido, por cumplir y para que se quede quieto el cuerpo, con poco preámbulo, sin ninguna palabra, un par de pujidos en silencio, un beso de rigor para agradecer el momento sin tener que decir nada porque si abro la boca se puede salir la frustración y no quiero discutir ahora, en fin, me dolía la pasión, la inexistente y resignada pasión. 


Así llegue como cada jueves, puntual a la cita con el único lazo que nos queda con las ganas de hacer algo juntos y solos, un pequeño grupo de parejas cada uno con sus intenciones, cada uno en sus propias luchas, cada uno con su vida a cuestas, pero juntos intentando entenderlas, juntos intentando que alguien nos diga que al menos estamos en el camino correcto, aunque duela, porque al fin y al cabo el amor duele, no?  Solo que aquel día me dolía la tos de Isabella que no se cura con nada y que pareciera estar demasiado encariñada con sus bronquios, me dolía el pelo, de verdad, lo prometo, me dolía el pelo en la misma cola de  los últimos cuatro años, con el mismo peinado y el mismo aire de descuido, me dolía la oreja cargando los mismos aretes sin que nadie se diera cuenta, me dolía la rutina del día corriendo en el tráfico, el jefe que piensa que soy muy capaz y que siempre elogia mi liderazgo que no funciona en cuanto se cierra por dentro la puerta de la casa.

No sé cómo pude acumular tantos dolores, quizá era eso lo que me tenía enojada, un enojo secreto desde el mismo momento en que abrí los ojos  por la mañana hasta el momento extraño en que me viste a los ojos, volteaste al frente y volviste a verme de nuevo solo que esta vez con una sonrisa y un leve movimiento de cabeza.  Me dolía todo y tu parecías haberte dado cuenta, será que te fijaste que me dolían las uñas sin esmalte,  porque también me dolía el almuerzo calentado en microondas  servido sobre una torre de papeles pendientes de mi firma en mi escritorio gigante del que no me levanto más que para ir al baño y atender las reuniones de junta directiva, claro que para ser justa también me dolía la extraña e incómoda sensación de no estar haciendo bien las cosas en mi casa, me dolía el árbol artificial de navidad tirado a media lavandería y las luces enrolladas esperando a que alguien tenga tiempo para armar y decorar.  Me dolía la tristeza profunda que siento cuando Magaly me dice cada diciembre que se quiere ir a su casa y que vuelve en enero, me dolía el callado miedo que siento de que no vuelva y que mi vida se convierta en un caos descontrolado.

Me senté en la silla de la esquina al lado de él como siempre y con todos mis dolores a cuestas pero con la entereza de un roble que jamás cuenta su secreto, su secreto dolor, su secreta angustia por no ser suficiente, su secreto miedo por sentir que ocupo el lugar de alguien más,  su secreta súplica porque nadie se de cuenta que cada día dejo al menos cinco de los ítems de mi lista de actividades sin realizar y que algunas otras simplemente las delego sin volver jamás a revisarlas o pensar en ellas, Dios bendiga a mi asistente, a la recepcionista, al mensajero, a Martita por traer queso y crema frescos cada semana, a Juan por subir hasta la oficina a cobrar por el lavado del carro, a Magaly por supuesto,  por despertarse cuando el sol ni se acuerda que tiene que salir otra vez, por el orden de la cocina y los pisos brillantes, por la ropa planchada y los niños cargados para que no lloren cuando me voy y para que no corran a encaramarse en mi cuando vuelvo.  Gracias a todos los que son mis cómplices en esto de ser tantas cosas al mismo tiempo y todas a medias.

Sentadita con cara de licenciada porque ya no sé como se quita la cara que dice, tranquilos todos porque yo estoy a cargo y tengo todo absolutamente todo bajo control, sentadita allí adolorida en la profesión que se volvió en un gigantesco agujero negro absorbente y exigente que se come la mayoría de mis horas y la gran parte de mis emociones, adolorida con la tarjeta de  membrecía del gimnasio que duerme el sueño de los justos dentro del cenicero de mi carro, adolorida con las pláticas nocturnas que son como un pequeño repaso de actividades, comentarios inofensivos sobre las noticias en la vida de los demás, anuncios familiares y recordatorios de actividades.  Algo como: -Hola, me mataban los zapatos, que rico al fin poder quitármelos. – Si, yo también tuve un día pesado, pero la otra semana se entrega el reporte y espero yo que baje la presión de los socios. -Ummm, así va a ser, ya vas a ver.  En la tarde me acordé que mañana es el cumpleaños de tu mamá y mandé a Martita a que empacara aquella bufanda que compramos el otro día, te acordas?  – Ahhh, si, gracias!! No sé que haría sin ti. Te cuento que pasé recogiendo a la Luna, que perrita tan linda, la dejaron bellísima, me gusta más esta peluquería y cobran más barato.  Mira y  pagaste la tarjeta?  Yo si mandé el pago de la luz, Cristy me hizo favor de hacerlo en el banco.  – Si mi amor, todo al día, buenas noches. - Buenas noches chinita, te quiero.  –Yo también.

Misma conversación, distintos anuncios, siempre, cada noche la misma cosa que quién paga el teléfono y que cuando vence el seguro, que si Matías esta re grande y que si Isabella cortó el vestido de la muñeca de su cumpleaños, que si me duele la cabeza o si te da reflujo, que si muero de cansancio o si esta horrible el tráfico, que si la noticia esta muy fea o el café de esa marca mejor que el otro, que si ya no hay pasta de dientes o si me reí mucho de la Charo porque olvidó el celular otra vez en la mesa del restaurante solo que esta vez el mesero la corrió hasta el parqueo.  Nada nuevo pasa bajo el sol, nada nuevo pasa en mi vida, el mismo dolor, el mismo peinado, el mismo aburrimiento, el mismo almuerzo familiar de cada domingo, los mismos chistes, los mismos pleitos de Isabella y la Any por la misma muñeca, el mismo  amor rutinario de cada día, de cada semana, de cada mes, de cada año por los últimos once años.

Y yo allí, sentadita con todos mis dolores a cuestas y él que no se daba cuenta de nada de lo que pasaba hoy, debe ser por ese Iphone que vibra cada tres minutos y tú que te quedaste mirándome y mi corazón que saltó como si me hubieras descubierto robando, y el orador de hoy que inicia su charla y Susy sentada atrás de mí contándole quedito a la Mary que se le quemó la lasagna en el horno nuevo, y Pepe que no deja de mover la pierna al otro lado del pasillo y tú que me miras por tercera vez y de nuevo sonríes como quien no mata una mosca.  Y yo que ya no tengo fuerzas para salir corriendo pero que con gusto me escondería de tus ojos comprensivos y dulces.  No sé en que momento terminó la charla y todos se ríen a carcajadas, no escuché el chiste, tú también te ríes y me miras por cuarta vez, intento reírme pero seguro no lo estoy haciendo bien porque te atraviesas el salón y ahora las piernas me tiemblan, las manos me sudan y quiero esconderme debajo de la silla plegable de la que me levanté apenas hace tres minutos,  cuando estas a tres pasos de llegar y mi hipnotizada mirada no se ha podido desprender de tus ojos observadores que me tienen marcada, sonó tu celular y un triste alivio resignado se instaló en mi alma.  Contestas y dices: - si don José, vamos a coordinar mejor esos despachos para la semana próxima pero ahorita no puedo atenderlo, estoy en una reunión importante, le llamo mañana temprano y elaboramos juntos los nuevos lineamientos de despacho, si, claro, gracias, buenas noches-.  No dejaste de verme ni un segundo de la breve conversación.  Ahora estoy temblando completa, de pies a cabeza y muero de miedo que todos se den cuenta, a ti pareciera no importarte.

Lentamente mientras avanzas los últimos tres pasos hacia mí, reviso mi aburrido vestuario y siento pena de mi bolso grande que no combina con los zapatos, ya no me dan ganas de cambiar de bolso.  Sonrío con fingida normalidad mientras tomas mi mano de nuevo y me das el segundo beso en la mejilla de la noche, él está a mi lado y ella está lejos, cerca de la mesa del café.  –Ánimo!- inicias diciendo, yo me sonrojo –todos tenemos esos días en que parece que nos levantamos con el pie izquierdo, pero este día está a punto de terminar y mañana todo será mejor-.   Sonreí sin decir nada por algunos segundos y como un silbido me salió un –gracias-.

Sonreíste de nuevo y seguiste caminando, al grupo de los hombres que trabajan sin corbata, no había pasado ni un minuto de que te uniste a la conversación y todos juntos soltaron la mejor de sus carcajadas.  Todos voltearon y allí fue que me viste por quinta vez.  Se me instaló la culpa en la panza, un sentimiento frío y punzante, un dolor más a mi colección de dolores pensé,  porque me dolió que te dieras cuenta, me dolió el orgullo y me dolió la vulnerabilidad, me dolió que hayas sido justamente tú y no él, me dolió la evidencia de que conoces a la perfección mi frustración, como si fuera algo que también te pasa, me dolió estar simplemente expuesta a que cualquier grupo de cinco miradas con sonrisa bondadosa me desarmen, me dolió mucho ser quien soy y me dolió mucho todo el tiempo que pensé que esta vida era justamente lo que quería.

No pasó nada, ni un beso, ni un mal roce, nada de nada, solo me pusiste en evidencia ante mi propia realidad, solo dejaste claro lo adolorida que me siento y lo sedienta que estoy por un poco de atención, solo fuiste inusualmente amable, solo me observaste y me abordaste para contármelo, solo me confrontaste conmigo, en realidad no pasó nada feo, nada pecaminoso, pero me avergoncé mucho, me dolió y me llené de culpa porque por primera vez en once años alguien se dio cuenta que esta carga pesa, que me siento cansada, aburrida, abrumada, adolorida y que no me gusta ser esta mujer en la que me he convertido.   Sentí culpa porque me encantó la forma como volteaste a verme las primeras tres veces, sentí culpa porque me fascinó la forma como terminaste pronto tu llamada para llegar conmigo y decirme unas palabras de ánimo, sentí culpa porque por algunos segundos mire tus manos y me gusto que fueran tan blancas y tan grandes, sentí culpa porque mi imaginación te dio un beso descontrolado allí, en medio de aquel salón lleno de gente, sentí culpa porque me dio rabia que existieras, es mucho más  fácil pensar que tengo los sentimientos muertos, enterrados, sentí culpa de la enorme tristeza de que nada pasara.  Porque en realidad no pasó nada.

2 comentarios:

  1. Gracias por contarme sus secretos, por dejar que mi imaginación se apodere de la historia y la haga mía. Gracias por leer, por comentar, por animarme con sus buenos deseos a salir de las escondidas páginas de mi cuaderno a la apertura infinita de la tecnología. Esta nota se publica con 1924 visitas.

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  2. Alejandra, tus palabras en esta instancia son llaves que habren el cofre escondido en nuestra alma, en donde dejamos por poco olvidados nuesros verdaderos anhelos, como prendas al mundo en cambio del prestigio y tranquilidad que una vida mundana le pueda dar y brindar a quienes nos esmeramos en no ser nosotros mismos, mas bien reflejos de los anhelos y deseos de quienes nos tienen en la burda estima de una imagen directamente opuesta a quienes realmente somos.
    Que lindo e invigorante leer tus palabras, y que con ellas te sigas tocando especialmente a ti, en lo mas profundo de tus sentimientos y anhelos, cual efecto similar en nosotros, tus amigos.

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