viernes, 16 de marzo de 2012

Un miércoles en la cintura del año

Hoy tomaba un paseo en motocicleta con el tiempo y me acordé cuando me diste la mano, yo todavía estaba acostada dentro de mi tumba, en aquel momento pensaba que era mejor ir encariñándome con la tumba, tu sabes, para que no estuviera tan fría cuando ya fuera inevitable, llegaste sin que te escuchara, no me asustaste, sino hubiera cerrado la compuerta y otra vez no te hubiera visto, pero esta vez llegaste diferente, no sé como, tú si sabes, pero igual nunca has querido contarme, porque ya me conoces y sabes que si me dices lo escribo y al rato todos se enteran, por eso lo guardas como un secreto. Tomaste mi mano suavecito y me diste tu mirada, esa mirada que ordena las estrellas por grupos, esa mirada que sin ser azul es completamente oceánica, me acariciaste con aquella mirada y yo quedé indefensa, vulnerable porque se me hizo evidente que no estaba enamorada y sin amor una mujer como yo es susceptible de cualquier mal, de cualquier peligro. Saque un pie de mi tumba, tan mía, tan tibia mi tumba, tan cómoda tumba, que a ratos hasta la compartía, pero a ti no te interesó entrar, sino sacarme, pero no lo dijiste, no me sermoneaste, no me forzaste, no me convenciste, sabias el secreto que vence a la muerte y no apelaste a mi razón que ya tenía olor a sepulcro sino a mi sonrisa, jamás le dedicaste una sola de tus palabras a mi experiencia e identificaste perfecto a la inocencia que saltaba alrededor de la muerte, desesperándola como solo desesperan los niños, con esa energía inagotable, con esas ganas de vivir que te dejan exhausto.


Llegué hasta ese recuerdo con el pelo alborotado, ahora que ya me tocas el pelo y ahora que ya te beso la pelona, acaricié la memoria de aquella noche de miércoles en que me tendiste una mano y salí de mi tumba, vestida aún de blanco para el corazón y negro para los pantalones que no sentían nada importante desde hacía mil años luz, sin pintura de labios porque para ese tiempo olvidaba que tenía labios hasta que mis ojos despiertos con tu mirada buena, amenazante de tan inofensiva, tus ojos esos me despertaron la mirada y cayó fascinada, casi viva sobre tus labios, anclada aunque analfabeta, me hablabas y yo que no podía escucharte, solo miraba hipnotizada el movimiento de tus labios, carnosos, rosados, entreabiertos para dejarme ver tus dientes y allí, donde jamás lo imaginé encontré por fin el antídoto contra el vacío, contra la lucha constante por morir seducida por la muerte. Como una ventana se abrieron tus labios retorciéndose despacio para dejarme ver tus dientes apretados, torcida la mandíbula y encendida la respiración, años, meses, semanas, días, horas, segundos, no sé con que se cuenta el tiempo que me esperaste, no sé como se cuenta el tiempo que pensé que no existías hasta esa noche de miércoles a la cintura del año cuando soplaste en mi oído y por primera vez un aliento se convirtió en vestido, una caricia en calzado, una mirada en collar, un beso en aretes y una sonrisa en peinado. Vestida de ti, vestida de vida.

Me desvestiste en un ritual lento, despacio me despojaste de los harapos que me cubrían y me vestiste de vida con los mejores atuendos, a lo lejos recuerdo el miedo sentado al fondo de la habitación queriendo llamar mi atención y yo concentrada en tu ritmo, lento, respetuoso ritmo que parecía decirme al oído “vamos mi amor, saca el último pie de esa tumba fría” y yo temblando y tu sonriendo y yo creciendo y tú esperándome, aguantando para que yo también despegara porque nada como estar en compañía de quién vuela. Descaradamente desafiamos la fuerza que mantiene de pie al mundo, yo ni siquiera me hubiese atrevido a imaginarlo, pero tú, etéreo me ofreciste tu mano y como pasaporte colocaste tu lengua sobre mi cuello y sin preámbulos me entregaste en la mano tu corazón latiendo acelerado, no sangraba, no dolía, solo un hálito de miedo lo rodeaba levemente pero es un corazón valiente que igual se dejó sacar para latir entre mis manos, en realidad no lloré, aunque por dentro lloraba por fuera solo temblaba, quizá fue el temblor lo que sirvió de combustible. Yo solo lo viví apenas si puedo explicarlo.

El punto es que de pronto, sentí el dolor que se siente cuando el temor sigue esperando en la silla de enfrente, me dolió un poco la primera vez que nos despegamos de las sábanas e iniciamos el vuelo, te diré que a pesar del dolor por la inexperiencia y el temblor de la primera vez, volar es un acto maravilloso que solamente he experimentado contigo a pesar de mi bagaje de vida, volar es exclusividad de tu compañía. Cerré los ojos porque le temo a las alturas, pero sentía el viento rozarme las ideas, sentía el cabello desordenado por el reto a la gravedad, irrespetuosos de las leyes que rigen al globo terráqueo aquella noche volamos sin plan de vuelo, sin torre de control, improvisado, inédito vuelo, en ese momento ni pensaba en que no se vuela eternamente y que parte de volar es aterrizar de nuevo con la esperanza de otro vuelo pero sin certezas en el bolsillo. No fue sino hasta que estaba de nuevo en la cama cuando pensé que poner los pies sobre el piso sería como firmar de nuevo contrato con la tumba.

Me miraste conmovido desde la pista de aterrizaje en la que convertimos aquella cama sin dueño, el frío del piso hirió mi pie y la realidad de la tierra a pesar de su séptimo nivel golpeó mi mente que acostumbrada al ring y al boxeo se puso pronto los guantes mientras me bañaba con jabón, por gusto, en balde me enjaboné toda la piel porque no se borró ni una sola de tus miradas, que desperdicio de baño que no lavó tu saliva, que no me limpió de tus besos y que no desaguó las caricias de toda una piel a la que no le bastaron las manos y que me tocó con cada uno de los vellos que te cubren el cuerpo a excepción de las palmas de las manos, las plantas de los pies, las orejas, una pequeña porción del cuello y la mayoría de tu cabeza. Igual me bañé y salí preparada para la vieja y triste rutina de morir de indiferencia y de ser desechada justo después de no decir más que “es tarde”.

Que irracional locura es el amor que tarda lo que le da la gana y no lo uno planifica, ya me había vestido de nuevo y tú también cuando nos atrevimos a vernos de nuevo a los ojos para descubrir que lo único claro de tanta turbulencia era la certeza de querer de nuevo desafiar a la máxima fuerza que organiza el planeta, la gravedad y nosotros, guerra perpetua. Aún hoy, meses, semanas, días, horas, segundos después de aquel primer vuelo, tiemblo al recordar el día miércoles en la cintura del año cuando me tendiste la mano para sacarme de la tumba en la que descansaba sin prisas y me instalaste en el alma la urgencia por volar, la gana de elevarme y desafiar la muerte y vencer al tiempo que nos persigue despiadado, siempre más a ti que a mí, aunque a mí me tortura y a ti te ataca, infame tiempo que nunca pareciera ser suficiente. Ahora, hoy, justo aquí, hemos dejado de ser errantes habitantes de la tierra para ser equilibristas, cada uno en la punta opuesta del alambre, cada uno con su propio tubo en las manos, un pie adelante y otro atrás, en el nuevo reto, lento, avanzando hacia la más elevada de las destrezas humanas, el equilibrio.

Que encontraremos al centro del alambre cuando seamos cada uno capaz de recorrer la mitad del camino, que habrá allí cuando nos encontremos, dos amantes del vuelo sostenidos equilibradamente sobre un alambre tensado en donde hemos vencido a la muerte, al olvido y al tiempo.


Importante: Esta nota está basada en las películas "El lado Oscuro del corazón".

jueves, 9 de febrero de 2012

Si me vas a crear expectativas...

Si me vas a crear expectativas acuérdate que por más que lo he intentado frenar, tengo un corazón libre que siente lo que le da la gana y una imaginación fértil que rápido inventa escenarios, no me hagas esperar por tí todo el día para cancelar a último minuto porque me llena una mezcla de frustración, tristeza y cólera que no se digiere sino después de varios días tomando agua, café y vino para que salga el nudo apretado que me queda en la garganta.

Si me vas a decir que harás lo posible por dedicarme un tiempo el día ese que ya habíamos acordado que resultaba complicado y que mejor no, no me digas luego que siempre esta muy complicado y que mejor mañana, porque se me olvida el acuerdo anterior y me quedo solita metida entre los edredones rumiando la rabia del cambio de planes.

Si me vas a crear expectativas acuérdate que cuando me conociste cargaba con una maleta llena de malas experiencias que algunas veces me persiguen hasta la oscuridad fría de la madrugada y me despiertan para reírse de mí por haber creído de nuevo en alguien y me da por pensar que se vive mejor encerrada en mí misma donde nadie me rompe los sueños y no tengo que esperar que el tráfico seda o los negocios se apuren para hacer un tiempito para mí.

Si me vas a crear expectativas acuérdate que yo tengo una confianza recién nacida que te cree temblorosa y cuando todo cambia, el choque térmico del aire produce torbellinos potentes en mi alma que empieza a girar en su propio eje y me mueve el mundo con la intención de activar mis sensores defensivos, mis alarmas interiores suenan enloqueciéndome y como un ejército S.W.A.T. vienen a mi mente todas las razones por las cuales no tengo que volver a confiar en nadie mucho menos en tí.

Si me vas a crear expectativas acuerdaté que cuando tú dices que desayunemos juntos, mi reloj despertador suena una hora antes de lo habitual para que toda yo, desde mis colochos alisados hasta mis zapatos combinados te cuenten al oído que me gustó tu idea y que me preparé para tí.  Si me llamas a cancelar hasta esa misma mañana estaré hermosa, hambrienta y furiosa, me resulta casi imposible dominar esa combinación y termino preguntándome, ¿Qué hago ahora conmigo a esta hora y así?

Si me vas a crear expectativas toma en cuenta quien soy y como pienso,  para que sepas que no bromeo cuando te ofrezco que te voy a esperar, no me dejes a merced de mi imaginación porque ella es una niña que sin mi autorización empieza a planear nuestro encuentro según mis necesidades desde ultra romántico hasta mega apasionado y luego me dejas con dos razones razonables pero insuficientes y por dentro todo es un puchero insatisfecho y abandonado al que no puedo si quiera ver a los ojos.

Si me vas a crear expectativas que luego no se cumplen déjame al menos escribir esta nota con todos los reproches que mi madurez no me permite hacerte por teléfono porque una parte de mí quiere ser muy comprensiva, quiere ser una dama y no una chiquita berrinchuda que pelea en contra del tráfico, de la cola del banco, de la misa de tu tía y la cena de negocios con el socio.  

Quiero que sepas que en el fondo de mi ser, allá en un rinconcito, comprendo que no podias imaginar como funciona una mente como la mía, una imaginación macabra como la mía, un alma vieja como la mía, un amor apretado como el mío, asi que te lo cuento para que por favor, la próxima vez que pienses en crearme algún tipo de expectativa, tengas al menos, la intención de cumplirla y la capacidad de superar los obstáculos que se te interpongan porque me encantaría, me fascinaría que me dejaras admirada, callada, sorprendida, me encantaría tener que tragarme mis palabras y rumiar el orgullo en lugar de la rabia. 

Así mi amor que la próxima vez cuando pienses en crear expectativas, hazlo solamente si en verdad crees que quieres cumplirlas.   Jugar con mis expectativas es jugar con mi tiempo, es jugar con mi mente, es jugar con mis anhelos.  Jugar con mis expectativas es jugar conmigo. Así mi amor que la próxima vez cuando pienses en crearme expectativas, hazlo solamente si en verdad crees que quieres cumplirlas. Te lo pido como una cortesía.

lunes, 23 de enero de 2012

El mundo se acaba


Rumores de fin de mundo rondan, algunos se ríen, igual algunos se ríen de todo y siempre, otros se preocupan, igual hay quienes se preocupan de todo y siempre, otros lo ignoran, igual no falta el que lo ignora todo y siempre.  Solo ella sabe lo que es vivir con el mundo roto, acabado, arrasado, destruido, porque el mundo se acaba para algunos y sigue para otros.

Ella nunca soñó con aquella bendición creciéndole en el vientre hasta convertirse en la luna llena, ella no planificó, ni contó los días, ella no vio las cualidades genéticas de aquel amor del cuerpo y consuelo de la mente, ella no soñó que hay amores que cambian la vida y que un varón en el pecho bebiendo de él  llena el mundo, el corazón, la mente y el alma como jamás lo había llenado ningún otro.  Ella no quería hacerlo su mundo, pero cuando tu mundo gira descontrolado y absurdo hasta que alguien tan pequeñito llega a tu vida y le pone un eje, una órbita, un sentido, resultó imposible no constituirlo en un mundo, en el único mundo coherente, en un mundo de pañales y sonrisas, en un mundo sujetado con la máxima presión con la que una pequeña mano sostiene tu dedo y lo lleva a su boca como acto reflejo.

Ella no conoció antes ni ha conocido después un mundo tan maravilloso como aquellos ojos igualitos a los del abuelo, aquella nariz fabulosa que no tiene precedentes en su familia, aquellas manos gorditas de dedos gigantes que tomaban su pacha desde los 5 meses.  Ella sabía de oídas que el Universo es enorme y que hay miles de estrellas pero a ella le bastó con el sonido de su risa jugando escondidas para opacar cualquier astro, para llenar cualquier agujero negro.  Quizá otro tipo de gente pero no ella, ella no pensaba que estar de frente esperando atestiguar los primeros pasos de alguien tan chiquito diera tanta alegría como si el alma no cupiera dentro del cuerpo.

Ella era todo lo que él tenía y no necesitaba más porque ella todo lo dio, todo lo compró, todo lo consiguió, todo lo disfrutó…mil caricias, millones de besos, le besó las uñas después de cortárselas, le besó los dientes cuando le salieron, le besó la boca llena de zanahoria cuando experimentaron juntos a comer cosas anaranjadas porque así  lo recomendó el doctor.  Le besó los pies antes de que caminara y se los volvió a besar después de los primeros pasos, le besó los mechones de pelo cuando al fin le salieron después de casi un año de estar esperándolos, le besó las primeras palabras con ese tono de voz ronco como de señor panzón que tenía.   Le besó los calzoncillos cuando dejó los pañales y le besó el morete que le salió por pegarse contra el suelo persiguiendo una pelota gigante con cinco colores que le compró en el verano.

Ella hizo de él su mundo porque amar así no conoce de límites ni de medidas, vivía pendiente, de cada cosa, de cada detalle, de cada canción nueva que cantaba con sus medias palabras sin “R”, le aplaudió cada gracia, le lloró cada dolor hasta que aprendió a reconocer los males por sus nombres y las medicinas por su capacidad para aliviarlos. 

Le vio leer sus primeras letras y escribir su nombre con buena letra, lo vio ganar su primera medalla y tocar la guitarra arrinconada en el closet hasta lograr convencerla para recibir clases y arrancarle a aquella guitarra una canción de verdad, lo vio muchas veces dejar los ruedos atrás y alargar aquellas piernas hasta volverse más alto que ella pero jamás más importante.  Él siempre tratándola como si fuera ella el centro del mundo y dejándose querer como aceptando ser el centro del mundo y allí en un nudo perfecto un mundo perfecto.

Ella amó cada uno de los amores que a él le cupieron en el alma, amó a la maestra a la que le compartía su chocolate del viernes, amó a la chinita de pelos ultra lisos que le mandó una tarjetita cuando jugaron amigo secreto en segundo grado, amó a la rubia nueva que le robó la concentración en primero básico, cada una de ellas le dieron algo que ella no podía ofrecerle, así que se conformó con amarlas también.  Amó con él los desvelos de hacer carrera, los libros gordos y las partes del cuerpo que estudió detalladamente para ser doctor, amó su bata blanca de estudiante y su bata blanca de profesional, amó sus desvelos de hospital y sueros, amó su inteligencia y su carisma para sanar los cuerpos, ganarle a  las enfermedades y aliviar las almas de los que padecen algún mal.

Aquel hombre en que se convirtió su bebé era ahora un universo completo, con clínica, esposa, operaciones de emergencia, carro del año, placas de reconocimiento, almuerzos de domingo, maneras de caballero, menciones en revistas especializadas, invitaciones a los Estados Unidos y España, chequera de oro y sonrisa de cielo.  Aquel mundo era más, mucho más que lo que ella hubiera imaginado jamás,  ocasionalmente recibía flores con tarjetitas llenas de hermosos mensajes, nunca esperó aquel muchacho a que fuera mayo para hacerla sentir la reina del mundo, una cita los dos solitos cada par de meses.  Una esposa hermosa y dulce, que lo miraba como se mira la luna cuando es octubre en el calendario.  

Era jueves, un jueves de marzo cuando se quebró el orden que rige el mundo, el medio día asomaba con el calor asoleado de los medio días de marzo, ella ordenaba unos libros porque necesitaba encontrar y volver a leer “El Alquimista”, estaba  sentada con las rodillas cruzadas y las piernas enrolladas como en postura hindú cuando sonó el teléfono la primera vez,  si me levantó ahorita me mató pensó y se quitó los libros de encima uno a uno, sin prisas, el teléfono dejó de sonar y ella apenas lograba estar de rodillas frente al mueble para apoyarse y dar el impulso final que la pondría en pie.  Apenas se incorporaba cuando sonó la segunda vez el teléfono y ella contestó la peor llamada de su vida, fue como un tiro de gracia entre las cejas, como una puñalada en el corazón, como que le fracturáran ambas piernas, como que le explotara el cerebro, como si todos los ruidos del planeta se callaran, como si se hubiera terminado el oxígeno para siempre.  

Primero no pudo creerlo, después se enojó, después quiso morirse ella también, después quiso ser fuerte para la mujer joven y hermosa que lo amaba todavía sin poder entender su  joven viudez, después dejó de comer, después comió sin sabor, después no paso nada por mucho tiempo, solo tiempo sin nada, tiempo vacío para seguir viviendo porque el aire es gratis y el corazón no pide permiso para seguir latiendo.  El mundo se detuvo, la tierra dejó de girar, la atmosfera se desvaneció, el cielo se oscureció irremediablemente, los océanos se secaron así como sus ojos, los oídos se ensordecieron, no quedó nada, nadie, solo vacío, solo dolor, un dolor pegajoso y podrido, pestilente y contagioso, su mundo se acabó y todo lo demás seguía viviendo como si nada importara. Así es el fin del mundo, así se siente, así huele, a flor, a flor de cementerio, a vela de funeral, a silencio en el celular y a repisas sin flores con tarjeta, a ausencia.

Otra vez era jueves, solo que esta vez no sabía que mes deshojaba el calendario, otra vez era medio día solo que en esta ocasión caminaba, vestía un sueter porque tenía un frío permanente instalado desde que se acabó su mundo, llegó al restaurante como  en trance, así hacía todo ahora, sin ganas, sin sentido.  Realmente llego porque ella le insistió mucho, porque ella le juró que era algo sumamente importante que no podía tratarse en la habitación de donde no salía desde hacía semanas.  La vio de lejos en la mesa redonda en el fondo del salón, sintió un escalofrío en la espalda y las lágrimas le brotaron sin permiso como en ríos por las mejillas.  La saludó con un abrazo apretado, aquella  mano pequeña y joven secó sus lágrimas cayendo insolentes sobre sus mejillas viejas y sus ojos cansados.  

Yo las veía de lejos, sin interrumpir, observando con mi limonada rosada y las manos temblando de emoción, la nuera le habló lentamente y le enseñó un sobre sellado, ella lo abrió y leyó los papeles, luego vio las fotos y entonces como si estuvieran absolutamente solas en el patio de su casa, aquella mujer se levantó, elevó su mirada al cielo y dijo en voz alta casi a gritos: Lo sabía, sabía que no ibas nunca a dejarme sola, lo sabía, sabía que alguien como tú no se va y abandona de esta manera, eres  un caballero, eres la luz.  Tramposo!!! Adorable tramposo!!!  Dos, dos nietos para que aprenda a amar el doble, para no irte nunca y jamás irte del todo, para no dejarnos solas, para que el amor alcance para curarnos el corazón….Ahhh, dos nietos!!!
Sonreían en un extraño ritual de lágrimas y abrazos, de bailes y besos en el pelo, de tocarse el vientre y tomarse las manos, se tomaron como cien vasos de agua y dos tazas de té, se abrazaron hasta desgastarse y finalmente se quedaron calladas, mirándose como si vieran la luna en octubre, sus rostros eran otros, iluminados, llenos de una esperanza  recién nacida. 

Se despidieron con mil planes en el bolsillo, la joven lista para engordar a gusto por primera vez en su vida y la mayor, lista para tejer el primer suetercito de su vida.  Y así el mundo no acaba nunca, porque deja de girar un jueves pero vuelve a renacer otro jueves, porque se van unos ojos que son el sol y nacen otros que son las estrellas, y así otra galaxia, otro planeta se llena de vida, de colores, de motivos para seguir viviendo y así no importa quien predice un terremoto o quien vaticina otro desastre, los verdaderos desastres pasan cada día a cada segundo, simultáneamente con los verdaderos milagros.